Nombre: Jonathan Arriaga.
País: Perú.
Estudios o profesión: Estudiante de Ciencias de la Comunicación y Literatura.
Edad: 21 años.
- ¿Cuándo despertó su pasión por la escritura?
Empecé a escribir cuando estaba terminando la primaria, al cumplir los 11 años. Escribí un cuento para un concurso en el colegio, el cual nunca pude terminar ya que no pude detenerme y me excedí en su extensión. La sombra del fantasma, lo había llamado y al presentarlo ( fuera de fecha, por obvias razones) fui premiado por mi profesora y su primer y único regalo: unas palmaditas en la espalda y una frasecita en susurro, con voz muy dulce, al oído que decía: «Escribes muy bonito».
Este romance apasionado con las letras tiene diferentes puntos de partida. Me temo que uno de los más importantes se debió a la soledad a la que me vi sometido desde pequeño. Y más que sometido, atraído. Disfrutaba mucho de mí mismo, de jugar conmigo mismo, para mí mismo. Tal vez una especie de egoísmo, involuntario.
Otro punto de partida es el descubrimiento de las novelas y cuentos que iban llegando a mis manos, a través de mi padre (un comprador compulsivo de libros obsesionado en ese entonces por armar una pequeña biblioteca en casa). Y no podría dejar atrás, la viveza de mi madre para crear historias todo el tiempo, sobre todo cuando viajábamos en el bus, o caminábamos por el parque. Sin duda fui influenciado, con el tiempo. Es más, sigo siéndolo. En el camino he ido encontrando cosas que me atan cada vez más a la literatura. En los últimos años, las mujeres, por ejemplo.
Cuando terminé la secundaria oscilé entre otras tantas pasiones como la música y el cine. He compuesto algunas canciones y escrito guiones para cortometrajes. Sin embargo, la literatura pudo más, siempre podrá mas.
- Parece que las nuevas generaciones han abandonado los libros, Internet está repleto de faltas de ortografía... ¿Cree que no se escribe porque no se lee o no se lee porque no se escribe?
Las nuevas generaciones han optado por lo que muchos llaman el «facilismo». Eso está claro. La cultura de lo fácil; nada que requiera esfuerzo, comprensión o análisis. Mucho del arte, hoy en día, se basa en lo banal y en lo absurdo y eso es lo que más se consume y vende, lamentablemente. La generación de hoy ha olvidado que los libros son la extensión de la memoria y la imaginación como diría Borges. Son la extensión de la mente y el alma. Leer nos favorece. Ayuda a tener una mejor concepción de las cosas, por ejemplo, a llegar a la profundidad y con ello al autoanálisis. Hay que leer. Hay que leer para mejorar. Hay que leer para conocerse. Hay que leer para convencer. Dicen que mientras más perdido andas, más cerca estás de encontrarte a ti mismo. Yo creo que la mejor manera de perderse es en los libros, pues no he encontrado mejor manera de encontrarme. Finalmente, creo que no se lee por cobardía y no se escribe más que por falta de ingenio, por falta de ganas. Es como una cadena. Hay que ir a cazar para comer. Hay que ir paso a paso, para escribir, primero hay que leer.
- Su blog, La vida es cuento, nació a raíz de ganar su primer certamen. ¿Qué le diría a nuestros lectores para que acudieran a su blog?
En principio, los invito y con toda la amabilidad del mundo a La vida es cuento. Es un lugar en el cual podrán sumergirse placenteramente (y no tan placenteramente) en la demencia, la obsesión, el amor y la fantasía; temas que me han ido persiguiendo desde siempre en términos vivenciales y que vale mucho la pena mencionar y escribir: literarios. Encontrarán allí, con toda certeza, todos mis demonios y fantasmas. Todos mis sueños y miedos. Todo lo que me hizo feliz y triste. Es un lugar para todo aquel que quiera creer, tal vez inconscientemente, que la vida es cuento. Y que no hay más vuelta que darle. Que está bueno preguntarse cosas a diario. Y que es de sanos vivir el cuento, si es que lo vivimos con el estoicismo necesario.
La vida es cuento nace a mediados del año pasado cuando fui el ganador del primer concurso de cuentos del Instituto San Ignacion de Loyola. Premiaron mi cuento: Es marzo para Humberto, publicándolo en un recopilatorio de cuentos que se dio a conocer de manera interna. Luego participé en el colegio de mi hermana, en un pequeño concurso de cuentos y mi cuento El lago y el papelito fue premiado con una serie de libros que aún sigo leyendo.
- Dicen que cada personaje lleva siempre una parte del autor. Rasgos de su personalidad, pensamientos, apariencia... ¿Cree que es inevitable aportar a nuestros personajes algo de nosotros mismos?
Definitivamente es inevitable. Escribir es uno de los vicios más arriesgados, pues nos quedamos desnudos absolutamente. Cada vez que escribimos ganamos y perdemos algo. Ganamos, más allá del éxtasis de fin de párrafo que nos hace seguir escribiendo y escribiendo, conocernos. Y perdemos un secreto, un valor, una parte de nosotros. No es para lamentarse. De alguna manera aquello puede acercarnos más a nosotros mismos o en el peor de los casos alejarnos. Al escribir dejamos todo, parte de nosotros mismos. Esa es la magia, la literatura.
- Para todos aquellos que aún no se han animado a comenzar a escribir, cuéntenos, ¿qué se siente al sumergirse en el mundo de la escritura?
La literatura me ha dado muchas de las cosas que me hacen feliz a diario. La literatura es como un escudo ante el dolor. Una medicina que no cura, un vicio que no mata. Es una especie de felicidad. Animarme a escribir tal vez haya sido lo mejor de mi vida. Es más, tal vez escribir sea lo único que sepa hacer; y eso, sin duda, me hace feliz. Es por eso que no hay que tener miedo. Escribir es arriesgado, pero lleva consigo un encantamiento, un placer culposo, un vicio irremediable.
- Ahora una cuestión de animación a la lectura para los más jóvenes, ¿qué libro recomendaría a un adolescente que aún no ha conseguido convertirse en lector?
Es imposible recomendar un solo libro para iniciarse en la lectura. Yo por ejemplo empecé con libros de fantasía y toda clase de cuentos, sobre todo los de autores peruanos. Tales como Vallejo, Valdelomar y el genial Ribeyro. Mi fascinación por la lectura empezó en primaria al descubrir a J. K. Rowling y los libros de Harry Potter. Leer se volvió mi vicio. Fue como una puerta, como la llave a un paraíso. A partir de allí, engullía todo libro que se me venía a la mano.
- ¿Podría mostrarnos un fragmento de algún escrito suyo que le guste especialmente?
En el último curso que llevé de narrativa aquí en Lima, en el Centro Cultural de la Católica, vimos de manera relámpago, el boom de la micro-ficción . Nos alentaron a escribir textos de ese tipo y me sentí cómodo con ellos. Sobre todo porque es como una catarsis diaria escribir en un párrafo lo que voy sintiendo día a día, a la par que trabajo mis cuentos o una novelita que tengo a mitad. Este es uno de mis favoritos:
«La idea de escribir siempre se me hizo ilusoria y hasta fantasiosa: una especie de curiosidad. Tiempo después, la idea de escribir se hizo real y dentro de sus complicaciones, hasta divertida. Hoy, después de tanto, la idea de escribir me espanta. Sí, me espanta: pues he llegado a la letal certeza de que ya no puedo hacer otra cosa».
- Los escritores son ante todo lectores, ¿cuál diría que es su autor favorito o su obra predilecta?
Admiro y sigo recelosamente a algunos escritores. Podría decir con la humildad y el orgullo que requiere que he sido guiado e ilustrado. Mis autores favoritos son Julio Ramón Ribeyro, Alfredo Bryce Echenique, Mario Vargas Llosa y Jean Paul Sartre. De ellos recomiendo Crónica de San Gabriel (Ribeyro), Tantas veces Pedro (Bryce), Conversación en la catedral y Travesuras de la niña mala (MVLL) y La náusea (Sartre). Referente a la pregunta, me quedan un par de frases como aleteando por encima de la cabeza. «Somos lo que hemos leído» y «Aún queda mucho por leer».
- Un tema espinoso para algunos es la adaptación cinematográfica de obras literarias. ¿Qué opina al respecto? ¿Podría hablarnos de una adaptación que no le gustara y una que sí?
Me parece válido. Yo he producido, escrito y dirigido cortometrajes que en principio eran cuentos propios. La adaptación cinematográfica puede embarrar, menospreciar y desdeñar obras literarias, es verdad. Pero no podemos ser mezquinos, hay muy buenas producciones, grandes adaptaciones. Mientras se tome con pinzas, cada texto, por qué no. Recuerdo un par de adaptaciones que me gustaron mucho: El padrino y El curioso caso de Bejamin Button y también un par de malas adaptaciones: Como agua para chocolate y El amor en los tiempos del cólera.
- Al hilo de lo anterior, muchos se quejan cuando las editoriales, en un giro comercial, cambian las portadas de los libros para poner una imagen de la adaptación cinematográfica. ¿Qué le parece este fenómeno?
Me parece lo que es. Un giro comercial, quizá válido y nada más. No soy partidario ni devoto de la idea. No me atrae en absoluto y al llegar a una librería y ver un libro así, no me inmuto. Me gustan más bien las portadas trabajadas. De los artistas de la imagen.
- Para terminar una pregunta que nos lleva de nuevo a su origen como lector. ¿Recuerda cuál fue el primer libro que leyó o el primero que le caló de verdad?
Empecé leyendo libros de fantasía y algunos cuentos, como mencioné en algún momento de la entrevista. No recuerdo con exactitud el primer libro que leí porque empecé de muy pequeño, pero sí recuerdo los tres primeros textos que me calaron y me incentivaron mucho a seguir escribiendo. Fueron: Tantas veces Pedro (Bryce), Travesuras de la niña mala (MVLL) y La náusea (Jean Paul Sartre).
Muchas gracias por haber participado en nuestra entrevista. Esperamos que sirva para dar a conocer tus textos y tu pasión por el arte de la escritura.
No dudéis en descubrir a este joven escritor siguiendo estos enlaces:
Utopía Crítica